martes, 28 de marzo de 2017

¿Qué traes conmigo 2017?

          Este nuevo año no ha sido excelente. Todo comenzó el 10 de diciembre del 2016: me chocaron. Aparentemente nada grave, el carro no tenía grandes daños y yo me sentía bien, o eso creí. Al día siguiente desperté con dolores terribles en la mitad de mi cuerpo, aún así me fui a apoyar al equipo de The Street Store pensando que no eran más que las secuelas de mi dolor de cabeza del día anterior. Dos días después pude atenderme, tenía un esguince cervical. Collarín por 15 días, consultas, terapia de rehabilitación. Algo que debería durar de un mes, duró 3 meses, servicio muy lento por parte de la aseguradora (doy gracias a Dios por no haber renunciado a ese derecho cuando la persona que me chocó ofreció pagarme sin involucrar al seguro). Días de no dormir, de no poder estar sentada, ni parada, ni acostada porque todo duele, 20 sesiones de terapias y varios medicamentos después, quedé algo decente, ya puedo dormir bien y moverme más o menos normal. ¡Ya la hice! pensé. Ahora sigue recuperar las fuerzas y el tono muscular.

          Terminé terapia el día de mi cumpleaños, por lo que veía una pequeña lucecita al final del túnel. Ese día la pasé muy bien, me sentí muy querida, mucha gente me acompañó y me hizo muy feliz.

          Casi una semana después de haber terminado la terapia ¡PUM, faringitis! Yo, afónica 2 semanas. Es un virus, dijeron, medicamentos para virus. Tienes la faringe muy lastimada por la tos, ya pasó una semana y aún no te alivias, ¡PUM, inyecciones! las odio con todo mi ser, fueron 4. Otra semana de lenta mejoría, mi garganta ardiendo, ahora sí toma antibióticos, al otro día, mejoría casi instantánea. Aquí estoy 20 días después intentando hablar semi normal, con dolores de oído y de garganta cuando pasa el efecto del medicamento y tos de perro.

          Tengo dos motivaciones para aliviarme: 
1. Toronto en semana santa con la familia (para visitar a mi hermana y otro pequeño secreto pero ese es harina de otro costal). 
2. Mi abuela. ¿Qué por qué mi abuela? Bueno, ese es otro tema con el que el 2017 no me deja en paz. Hace menos de una semana (23 de marzo) le dio a mi abuela un infarto cerebral, este provocó graves daños a su cuerpo, como apoplejía y parálisis en todo su lado derecho. Desde ese día hasta hoy, estuvo en el hospital, la dieron de alta porque el diagnóstico de los doctores no indica nada bueno. "Sólo queda esperar", es lo que todo el mundo dice, y pues aquí estamos... esperando. No sé si esta espera sea peor que la muerte ¡ah, pero que feo se siente! DUELE. Y duele porque sabes lo que va a pasar pero no sabes cuando, hoy, mañana, la semana que viene, el mes que entra ¡no sabemos! Mi abuela es muy fuerte (demostrado ante notario público) es por eso que ha aguantado tanto, y esa misma fuerza nos tiene en ascuas. El motivo de aliviarme: visitarla.  Tengo planeado ir el fin de semana a verla, a despedirme, a abrazarla, a llorarla, no sé... pero debo estar bien porque duele, duele físicamente llorar y toser, llorar con el oído inflamado, platicar hasta quedar ronca, pero también duele adentro, duele en mi pequeño corazón de piedra (siempre pensé que cuando se muriera mi abuela me moriría yo también... todo puede pasar).

          Hasta el momento es como van las cosas, ojalá lo que queda del año mejore y todo lleve una lección que aprender. Pendientes.